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Noppera-bo

  • Foto del escritor: Steff Acosta Pitta
    Steff Acosta Pitta
  • 3 ago 2021
  • 13 Min. de lectura


En el camino Akasaka, en Tokio, existe una pendiente llamada Kii-no-kuni-zaka, que significa "la pendiente de la provincia de Kii", y en la cual, en uno de sus costados, existe un foso antiguo, profundo y muy ancho con paredes verduzcas por el moho que se alzan hacia un área de jardines, y del otro lado del camino se extienden las largas y enormes paredes de un palacio imperial. Los registros históricos dicen que antes de que existiera iluminación en las calles, este vecindario era increíblemente solitario tras el anochecer, y que los peatones preferían rodear la colina y andar por kilómetros en lugar de bajar o subir solos por la Kii-no-kuni-zaka. Todo porque había un Noppera-Bo que caminaba de vez en cuando por ahí.


El último hombre que vio a un Noppera-Bo, era un viejo mercader del área Kobayashi, que murió en los sesenta y narraba su aterradora experiencia...



"Una noche al atardecer, estaba subiendo a toda prisa por el Kii-no-kuni-zaka, cuando percibí a una mujer agachada cerca del foso, solitaria y llorando amargamente. Temí que tuviera la intención de ahogarse a sí misma, así que me detuve a ofrecerle cualquier tipo de consuelo o asistencia disponible en mis manos. Era delgada y vestía elegantemente, y su cabello estaba peinado como el de una joven de buena familia.


'Señorita’, exclamé acercándome - '¡Señorita, no llores así!... dime qué tienes, y si puedo ayudarte de alguna forma, estaré feliz de hacerlo.'


Pero ella continuó llorando, ocultando su rostro con una de las mangas de su kimono.


'Señorita’ - dije de nuevo, tan gentilmente como pude - 'por favor, por favor, ¡escúchame! ¡este no es lugar para una dama por la noche! No llores, ¡te lo imploro! ¡Solo dime como puedo ayudarte!'


La joven se puso de pie lentamente, sin dejar de llorar, con el rostro oculto tras su manga. Le puse una mano en el hombro con suavidad y supliqué:


'¡Señorita! ¡Señorita!... escúchame, solo por un momento... Señorita, ¡Señorita!'


La señorita entonces se giró, dejó caer su mano y se frotó la cara con la mano. Pude ver que no tenía ojos, nariz o boca. Y entonces grité, y corrí a la cima de Kii-no-kuni-zaka, y todo era oscuridad y vacío frente a mí; pero jamás miré hacia atrás, así que continué hasta que vi una linterna.


Era solo la linterna de un vendedor de Soba, que tenía su local al lado del camino, pero cualquier luz y cualquier compañía humana estaban bien tras la experiencia, así que me tiré a los pies del viejo vendedor, llorando.


'¿Qué pasó? ¿Qué tienes? ¿Quién te lastimó?' preguntó el vendedor.


'No, nadie. Sólo... ¡Aa! ¡Aa!'


'¿Sólo te asustaste?' preguntó el vendedor de forma poco simpática. '¿ladrones?'


'No, ladrones no!' grité 'Vi... vi... vi a una mujer cerca del foso... y ella me enseñó... ¡no puedo decirte qué me enseñó!'


'Eh, ¿era algo así lo que te enseñó?' preguntó el vendedor, frotándose la cara que rápidamente se volvió como un huevo, y simultáneamente la luz se apagó."




Ese era el cuento que me había obsesionado las últimas semanas.


Acababa de mudarme luego de un largo repaso de lugares disponibles. Hasta hace poco, mis amigos solían molestarme por haber elegido una zona tan poco convencional como en la que ahora vivía, sobre todo considerando que mis clases terminaban por la noche y el camino de regreso me tomaba veinte minutos desde la estación. El alquiler era barato y la zona no me molestaba en absoluto. Después de todo, era obvio que la razón por la que había elegido vivir en Asakasa era por el cuento de Noppera-Bo.

Había encontrado el cuento por casualidad en una tienda de libros usados. Comencé a hojearlo distraídamente pero mis ojos se detuvieron en la imagen. Un dibujo sencillo de una persona sin rostro. Devoré el cuento enseguida, hipnotizada por la prosa sencilla y resuelta de algún autor perdido en el tiempo, sin nombre, sin rostro, como un Noppera-Bo. Estaba siendo presa de un fanatismo obsesivo ocasionado por una imagen impresa en un libro de segunda mano. No había nada de extraño en algo como eso porque, sencillamente, yo era del tipo de persona que persigue los fantasmas de los cuentos intentando descubrir verdades ocultas tras las leyendas urbanas.

En realidad… sólo estaba consumiendo mi escaso o quizás largo período de vida en un planeta que ardía de vez en cuando en olas de calor terribles por desgaste de capa de ozono, intentando resolver misterios inútiles para el resto, pero que a mí me atraían de forma poderosa. Había elegido sumergirme en una dimensión completamente opuesta a la que las personas normales estaban acostumbradas porque no tenía nada más que hacer conmigo. La cotidianeidad me parecía muy cruda y poco agraciada. En los libros había algo de hermoso y poco convencional que me gustaba. Algo que, pensaba, estaba hecho sólo para mí. La vida práctica del exterior no era más que un mero paisaje lejano y difuso al cual, sin más remedio, tenía que zambullirme.

Cuando salí esa tarde de la tienda de libros supe que había vuelto a mi vida la diversión que tanto había estado buscando. Leía el cuento todos los días y lo recitaba cada que podía, como si fuera un Sutra. Lo había leído tantas veces que ya se habían quedado grabados en mi mente los párrafos más sobresalientes. El apartamento donde vivía era más bien pequeño, con apenas lo necesario para que una persona con pocas demandas materiales como yo, pudiera vivir bien. Cuando llegué al conjunto de apartamentos y me dijeron que tenían uno libre, lo primero que hice fue cruzar el angosto pasillo hasta el balcón diminuto donde apenas podía colocar dos o tres macetas medianas y miré hacia la colina de Kii-no-kuni-zaka.

-Es perfecto, me lo quedo.- el dueño del conjunto de apartamentos me miró con extrañeza, ya que no estaba precisamente observando el interior, sino más bien el paisaje a través del balcón.



Yo era una persona que cambiaba constantemente de pasatiempos porque me aburría demasiado pronto. Podría decirse que mi inconstancia con las cosas que odiaba e incluso con las cosas que durante un tiempo amaba era la fuente más grande de mis problemas. Como vía de escape a la taciturnidad de mi vida había elegido enfrentarme a un Noppera-Bo algún día. Por supuesto que este tipo de pensamientos no son bien recibidos entre las personas normales, así que el motivo real lo guardaba muy adentro de mi corazón.

Cada noche, luego de las clases, caminaba sola por la colina de Kii-no-kuni-zaka esperando encontrarme con el espectro de la leyenda. Nada ocurría. Quizás estaba siendo estúpida pero las emociones fuertes eran algo que buscaba con desesperación la mayor parte del tiempo.



Podría morir mañana y mi corazón no se ha violentado lo suficiente en esta vida.


Esto era algo que pensaba a menudo. De alguna manera quería recibir ese susto de muerte provocado por un ente extra-normal para sentir que, efectivamente, estaba viviendo; también para convencerme de que este no puede ser el único mundo que existe, y que aquellas personas talladoras de palabras a lo largo de la historia percibieron en carne propia todo y cuanto escribieron en sus cuentos.

Por eso me aventuré muchas noches, con una ansiedad que me oprimía el pecho, esperando al pie de la colina la aparición de un Noppera-Bo. Incluso cuando llegaba al apartamento y luego no podía dormir, vagaba en pijama por las calles de madrugada, cerca de Kii no-kuni zaka esperando al Noppera-Bo. Espanté a varios distraídos durante unas cuantas noches y pensé que quizás yo me estaba convirtiendo en ese Noppera-Bo de la leyenda. Volvía sin éxito, corriendo, escapando de la luz del vigilante que me llamaba diciendo:

-¿Qué haces aquí a estas horas? Vuelve a tu casa, es peligroso. No sabes si algún loco puede llegar en cualquier momento y hacerte daño.- yo me reía mientras me escapaba de sus regaños. Quizás yo estaba lo suficientemente loca como para que otro loco viniera y me hiciera daño. En cualquier caso sólo tenía que decirle que era un Noppera-Bo y es probable que saliera huyendo despavorido, tropezando con las rocas del suelo, chillando colina abajo para pedir auxilio.

Un día, mientras la última clase proseguía y yo miraba el cielo que comenzaba a teñirse de rojo a través de la ventana, pensé que debía cortar de una vez, el hilo que me unía con una vieja leyenda. Después de todo, ya había cortado con muchas cosas durante mi vida. No estaba especialmente aburrida, pero me había cansado de esperar al Noppera-Bo en Kii -no-kuni-zaka. Yo estaba siendo algo así como una esposa que espera a su marido hasta altas horas de la noche. El marido nunca llega, así que ella se va a dormir bastante decepcionada y a la mañana despierta con un humor de los mil demonios al comprobar que, esa noche, tampoco llegó. Hay gente que puede esperar mucho tiempo, tiene esa virtud (o maldición). Yo nunca he podido esperar demasiado por nada.


No sé qué esperaba de mí cuando me encontrara con el Noppera-Bo. Si me mataba del susto, pues me mataría del susto. Tal vez, si lo viera, saldría corriendo o me quedaría pegada al suelo, muerta del pánico. De todos modos ya era hora de darle vuelta a la página y olvidarme de eso. En el futuro, ya encontraría algún tema de interés, alguna actividad, una serie de libros o de películas que me mantendrían ociosa en mis tiempos libres. Vuelvo a casa un poco más temprano de lo esperado. Me alegro. De todos modos, si vuelvo de noche otra vez es posible que no resista la curiosidad y me quede por varios minutos escudriñando en las tinieblas esperando al Noppera-Bo, como una niña, pero he dicho ya que cortaría con la leyenda desde ahora.

El cielo comenzó a adquirir una coloración de tenue anaranjado. Seguí caminando distraída, mirando el suelo y pateado las piedras pequeñas del camino. En algún momento, choqué con una persona y le tiré un montón de libros de apariencia bastante antigua. Al abrirse un gran volumen de lomo grueso y rojo, el viento comenzó a mover las hojas con rapidez. Un sobre rojo y gastado salió volando.

-Disculpe, estaba bastante distraída.- dije, agachándome automáticamente para recoger los libros.

-No te preocupes, respondió la mujer.- y con un gesto de la mano le indiqué que ya levantaría yo todo el desorden. Vi el sobre cerca de sus pies blancos y delgados encajados en zapatillas blancas y finas. Iba a tomarlo pero ella lo cogió primero. Me disculpé de nuevo y le entregué los libros. Llevaba unas gafas de sol bastante grandes y alrededor de la cabeza y la boca usaba una mascada blanca de seda gruesa. Los lentes descansaban sobre su nariz, cubierta con unas vendas, debían de haberle operado hace poco.

-No te preocupes. Es sólo que, por un momento, me diste un gran susto.- dijo ella. Su voz era dulce y suave, como un tintineo de campanas de algún santuario en la montaña.

-¿Le asusté?.- pregunté.

-Sí ¿Qué pensabas mientras ibas caminando de esa manera? Es decir, parecías muy concentrada mirando el suelo. El cabello te cubría la cara y no podía distinguir tu rostro. Por un momento pensé que eras un Noppera-Bo.- me eché a reír por la coincidencia que se produjo entre nosotras.

-Yo iba pensando que…me paso la vida buscando cosas que no existen. Es curioso, pero hasta hace unas horas había dejado de esperar, exactamente, a Noppera-Bo.

-¿Uno real?.- inquirió intrigada. Yo la miré a los ojos. Sólo podía distinguir unas pestañas negras de vez en cuando, cuando bajaba la cabeza. Su edad me parecía incalculable con tantas vendas en el rostro.

-Sí. Sé que suena tonto, pero me mudé a Akasaka solamente para encontrarme con uno.

-Ya veo. Bueno, yo he escuchado las leyendas de este lugar, así que cuando te vi fue lo primero que se me vino a la mente.- sonreí un poco, ella también debió sonreír. -Creo que has elegido lo correcto al dejar de buscar a un Noppera-Bo. Si te encontraras con uno ¿Qué crees que pasaría?.- me emocioné al darme cuenta que podríamos seguir charlando sobre esto.

-Si lo hiciera…quizá solo me sorprendería. He leído sobre ellos, en realidad no vienen y te matan, sólo te asustan.

-Es verdad, no hay nada de terrible más allá de un susto. ¿Por qué quieres ver uno?

-Porque, en realidad, estoy desencantada de este mundo. No es una excusa realmente válida, pero es la verdad. Pensé que si veía a un Noppera-Bo, encontraría el hilo que une este mundo con el otro.

-El hilo que une este mundo con el otro, puede ser. Jamás lo había pensado. Se quitó las gafas y me miró con sus pequeños ojos negros.

-Perdona que no me haya descubierto antes.- dijo, quitándose la mascarilla de la boca.- Pero la luz del sol no me hace mucho bien. Me han operado la nariz luego de caerme de las escaleras. Al parecer, a causa del golpe, también me dañé el nervio óptico del ojo izquierdo y estoy recuperando la vista tras mi operación.

-Oh, ya veo. Lo lamento, no tiene que hacer eso.- respondí, moviendo mis manos.

-Es que me siento incómoda si no puedes ver mi cara. Aunque apuesto que parecía más interesante si permanecía cubierta.

-Sí, de hecho pensé, en cuanto la vi toda cubierta, que el Noppera-Bo había llegado a mi encuentro.

-Es curioso, yo pensé lo mismo de ti.- nos reímos juntas.

-Ya me tengo que ir pero espero que tu pequeña hazaña no te defraude al final. Cuando estemos en la línea, y con esto me refiero a que cuando sea el momento de morir, incluso si es en el sueño, mientras agonizamos en alguna cama de hospital o nuestro cerebro se apaga de manera repentina, nos acordaremos de las cosas más absurdas como la ilusión de un Noppera-Bo a velocidad de rayo, junto con el resto de los recuerdos que hemos acumulado a lo largo de nuestra corta o larga vida.- ella me mostró una sonrisa espléndida de labios rojos. Me sentí reconfortada por sus palabras.

-Ahora he de irme, fue realmente interesante charlar contigo hoy.

-Lo mismo digo, y disculpe lo de los libros.- ella negó con la cabeza, apretó los libros en su regazo y cogió el sobre que mantenía por encima del libro rojo y grueso.

-Es un obsequio, por favor acéptalo.- negué, como era natural.

-Pero, yo no puedo…

-Sí puedes. No es dinero, por si estás pensando en eso, pero hoy que te he visto he tenido ganas de dártelo, es tuyo.- lo acepté, sin saber muy bien qué estaba pasando. Me sonrió por última vez antes de arrebujarse en su mascarilla y cubrirse los ojos con los lentes oscuros. La noche ya había caído y las farolas comenzaban a encenderse.

-Adiós, pequeña Noppera-Bo.- me dijo, y siguió de largo con sus zapatos de tacón produciendo ese sonido tan característico sobre el asfalto. Le di la espalda y seguí mi camino a casa, pensando que aquel encuentro con una mujer de la que no sabía ni siquiera su nombre, me había reconfortado el corazón.

Distraída, abrí el sobre desgastado por el tiempo y me topé con un trozo de papel más duro de lo normal, papel fotográfico. Estaba bastante gastado y amarillo, pensé que se trataría de alguna postal tradicional japonesa o algo por el estilo. En tinta negra, escrita con una caligrafía perfecta, había una frase emborronada por el paso de los años.


今までずっと待っててくれて、ありがとうございます。

“Gracias por esperarme todo este tiempo.”


Le di la vuelta para contemplar la fotografía y, en aquel momento, me quedé congelada. Yo tenía pies pegados al suelo, como había imaginado. No podía hablar, ni respirar, sólo podía mantener la vista fija al trozo de papel frente a mí. Despegué los labios esperando un grito, pero la conmoción me había arrebatado la voz. Era ella, la mujer que me había entregado la foto, sentada en lo que parecía ser una roca frente al mar de alguna ciudad pequeña o un pueblo, con algunos árboles altos a lo lejos. La playa parecía más bien llena de rocas puntiagudas, sin arena. La mujer de hace un momento parecía más delgada de lo normal y, en la fotografía, usando el mismo vestido blanco de seda fina, dirigía su cara sin facciones hacia la cámara.

El vello de la nuca se me erizó enseguida. Sabía que, si me daba la vuelta, lo más seguro es que ella estuviera frente a mí, esperando que gritara y saliera corriendo. En aquel instante mi corazón latió a velocidad de vértigo. En el momento de nuestro encuentro estaba segura de distinguir sus facciones a la perfección pero era verdad que los Noppera-Bo podían parecer humanos normales y luego, súbitamente, se transformaban. Su rostro quedaba liso como un huevo. Sonreí agradecida. Al final, Noppera-Bo había venido a mi encuentro.

Volví a leer la frase…


“Gracias por esperarme todo este tiempo”


今までずっと待っててくれて、ありがとうございます。

Y se me saltaron las lágrimas. El miedo se derritió en mi cuerpo como la mantequilla sobre un sartén caliente. Me quedé contemplando la fotografía por lo que me pareció una eternidad. Sin duda alguna, quien había tomado la fotografía había estado buscando, desesperadamente, un encuentro con un Noppera-Bo. El fotógrafo tenía una conexión poderosa, indestructible y estrecha conmigo. Ambos habíamos sido testigos del hilo invisible que une a este mundo con el otro, aunque, probablemente, esa persona ya estuviera muerta.

Me imaginé que, tal vez, Noppera-Bo había accedido a su pedido para ser inmortalizada en una foto porque él o ella no era del tipo que salían corriendo, chillando colina abajo. Es muy probable que me equivocara y que la verdadera historia de la fotografía fuese otra. Sin embargo, yo lo sabía. Esta sería la primera y la última vez que me encontraría con la Noppera-Bo. Ella me había dejado esta fotografía como un recuerdo de aquello que había estado buscando con tanta devoción.



De repente, me sentí Noppera-Bo. Corriendo todos los días, hasta que las piernas me dolían, con un cuerpo más bien débil, tratando de sobrevivir con otros “sin rostro” todos los días. Me di cuenta que, en realidad, estaba muy sola. Que si los demás se horrorizaban por un Noppera-Bo y yo no era porque yo tampoco tenía un rostro que mostrar al mundo. Era una persona inconstante e inestable porque me hacía falta un sello personal. Tenía un par de ojos, un par de cejas, una nariz, una boca y una barbilla. Tenía todo eso pero no tenía nada.

Al final, Noppera-Bo era Noppera-Bo.

¿Pero yo? ¿Qué era?

Miré hacia el cielo repleto de estrellas. La luna no tenía ojos, ni boca, ni nariz tampoco.

La luna era un Noppera-Bo.

Se me ocurrió que, a partir de ahora, borraría este rostro y me pintaría una boca nueva, la que más me gustara, y unos ojos profundos, como los de Noppera-Bo antes de su transformación. También un par de cejas y pestañas, una barbilla decente y unos labios que pudieran formar una curva traviesa de vez cada vez que se sintiera feliz.

Recordé el final de la leyenda del Noppera-Bo, cuando las luces se apagan.

Decidí que era hora de enfrentarme a mi destino. Me di la vuelta buscando a Noppera-Bo casi frente a mi nariz. Ella iba lejos, muy lejos, pero yo aún la veía. Noppera-Bo había trascendido a un plano diferente. Yo también habría trascendido, por breves instantes, a su mundo. La figura del Noppera-Bo seguía presente en la distancia. De vez en cuando, una luz de las farolas la bañaba y dejaba a la vista su cuerpo esquelético.

-¡Es cierto. Cuando muera, estoy segura de que me acordaré de esto!.- grité en la distancia, como una loca. Ella no se detuvo, siguió andando con la cabeza gacha, moviéndose de manera espectral, casi flotando sobre sus finos tacones blancos.

Y entonces, ocurrió.

Una por una las luces de Kii-no-kuni-zaka se fueron apagando, como las velas de un pastel. En cuestión de segundos el cuerpo de la Noppera-Bo desapareció, oculto en la negrura. Todas las farolas en la distancia comenzaron a apagarse una por una. Noppera-Bo las había apagado para que no la siguiera. Decidí que esta vez me movería hacia adelante, hacia mi propia luz. Apreté la fotografía contra mi pecho esperando que esto de verdad no fuera un sueño.

-¡ADIÓS, ADIÓS, ADIÓS NOPPERA-BO!

Y al igual que en el cuento, simultáneamente, toda luz se apagó.

FIN




 
 
 

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